Hoy la verdad: toda tregua lleva alguna intención deshonesta, sibilina.
Dice Zambrano: “…pues la razón y la verdad se esconden entre las circunstancias. Y la vida misma se embosca acobardada.”
Es una guerra a muerte, victoriosa o vencida, sin término medio. Las armas desplegadas en el campo de batalla y dispuesta a usarlas. Hoy la razón.
De María Zambrano “Los Bienaventurados” (pág 26):
“…Y así, la vida, toda la vida, seguiría la procesión del tiempo creador, sucesión de fatigas en la vida de acá que conocemos, para acabar. Y luego esa retirada, esa calma del creador en lo creado, sería, a través de la muerte, entrada en la quietud primera. Mas eso si se mira solamente al cesar de las fatigas del viviente. Hay otra versión vital: el salirse de la procesión, el derramar el tiempo en que todavía se está durante el ciclo de la vida, el salirse para derramarse y encontrarse en la vida sin más, en la vida toda. El gozo de la vida y su canto.”
Hoy la Naturaleza ha tomado una decisión, ha ejercido su derecho y ha aplicado una de sus leyes. Quizá una de las básicas y fundamentales: llueve.
Y aquí estamos los humanos, una simple línea en su catálogo de especies, que nos creemos con derecho a revocarla. Osados!
En nuestra aparente libertad tenemos pocas opciones: protestar y enrabietarnos porque nos ha hecho cambiar de planes un domingo; recoger la ropa tendida y esconderla dentro esperando que escampe; o entender que llueva en mayo y salir a mojarnos. Podemos sentir al agua cuando cae, cuando se rompe contra una roca o se hunde en la tierra. Pisar charcos al ritmo eufónico de las canaleras, sin dañarla, sin que pierda unidad. Podemos empaparnos, fluir y fundirnos con el agua.
Pero no nos equivoquemos, querido congénere, es la Naturaleza quien rige y aplica sus leyes, y por lo que entiendo hoy ha decidido que llueva.
Cuando supo que su número había salido de un bombo, en el que nunca pensó que iba a estar, decidió probar suerte con la lotería.