“Sed prolíficos y multiplicaos, nos dijo, poblad la tierra y sometedla”. Y… nos creímos con derecho.
No me lleves al monte madre, que huele a muerto,
poblado de silencios y de congoja.
La luz se pierde entre los tizones y solo hay negro;
no me lleves al monte, que tengo miedo.
Todo está quieto… No quedan nidos, ni madrigueras.
Las lagartijas no corren, no vuelan pájaros.
No me lleves al monte: no queda un árbol.
Aún no me lleves, madre, quiero pensarlo…
déjame que lo viva desde este cuarto.
Quiero pintar un lienzo de olor a tierra
salpicando setas en las raíces de los plantones.
Dibujaré sementeras a trazos verdes,
lo llenaré de bellotas y de colmenas.
Subiremos al pico a extender la tela,
cubrirá barrancos, revestirá laderas…
Saldremos del luto madre,
llévame al monte, cuando lo tenga.