Es muy importante saber escoger el lente que lleva una foto,
pues para cada una hay un lente apropiado;
el asunto es tenerlos.
Alberto Korda
(1/11)
… Fíjate, después de todo, no le queda mal el traje. ¡Serán los patrones! Para quedarle bien a él que no tiene percha… Es alto, pero nada más. Con esa barriga cervecera… Y está fofo que lo he visto yo. El otro día arreglando el jardín se quitó la camisa, bueno la camiseta, que siempre lleva esas camisetas de mercadillo que parece un pordiosero… ¡Ay! no puedo verlo. Me da un no sé qué que lo vean las vecinas, porque no se corta ¡eh! Lo mismo le da ocho que ochenta. Le tengo dicho a la niña: ¡Arreglaros un poco cuando salgáis de casa, hija!… De casa le dije, sí, mira que llamar casa a esa covacha, pues nada, como quien oye llover. No sé por qué me extraña, ha sido mi pelea con ella toda la vida ¡qué no aprende, chica! De jovencita le decía: arréglate un poco nena, no salgas así, ¿cómo quieres que algún chico se interese por ti si te ve con esas pintas? y siempre me contestaba lo mismo: «mamá, al chico que le paren mis pintas no me interesa a mí». Qué sabrá ella. ¡Inocente…! A lo que ha llegado. Buen chico sí que es, que todo hay que decirlo, pero con la de pretendientes que han rondado a la niña quedarse con esto. Lo que hay que ver… Espere, espere que tengo una greña en la cara. No vaya usted a sacarme así. Si es que con esta lluvia se me ha puesto un pelo… ¡Vaya fotos van a salir!… Por lo menos en esto me han dado gusto, que me tenían en ascuas con lo de la boda. Cásate le decía yo, y ella que no. Mira… que vivir en pecado no está bien visto, y ella que me da igual mamá… ¡Qué guapa está! Se ve enamorada. ¡Qué le dure! Pero él, a él no acabo yo de verlo. El caso es que cuando vienen a casa el chico ayuda. No seré yo quien diga otra cosa. Es el primero que pone la mesa, y oye, que llega al fregadero antes que Juan, pero no sé yo… Le queda bien la chaqueta nunca le había visto con una. Es raro porque percha no tiene. Yo no sé qué habrá visto la niña… La verdad es que la trata bien, como a una reina, ya me gustaría a mí que Antonio me hubiera tratado así alguna vez, pero nada, ni de novios… Chica, ¡cómo la mira!, parece que la quiere… No sé no sé. ¡Ay!… La niña casada fíjate, la primera. Veremos cuando le llegue a Juan, qué no sé que piensa. Cinco años con Teresa y ahí están. No digo yo que me moleste, al revés, que a una madre le gusta que sus hijos estén en casa, pero, ya será hora de que haga marcha ¿no? Noche sí, noche también, no viene a dormir, a cambiarse sí, la ropa limpia bien que la quiere. No me molesta, nunca diré yo que mi hijo me molesta en casa… En cambio la niña ¡hala! se conocían dos meses y a vivir con él. Lo que me he tenido que oír. La de veces que le he dicho: cásate hija, cásate, que vivir así está feo, y ella que no. ¡Tozuda la niña! ¿A quién habrá salido?… Eso sí que le advertí: hija, con separación de bienes, no vaya a ser que luego te salga rana. Y ves, en eso me hizo caso. ¿Me dijo que lo había propuesto él?… No sé si será tan noble… Ya lo iré observando, porque los domingos a comer en casa, como está mandado. ¡La familia está unida y se tiene que ver unida! No quiero ser la comidilla de las vecinas… ¿Y esos pantalones tan bien planchados? Habrá sido la niña claro, ya me encargué yo de que aprendiera a planchar. Una hija ha de salir de casa de su madre sabiendo llevar la suya. Le quedan bien es verdad, y con esos zapatos tan limpios… Con eso no he podido: «que no mamá, que es mucho dinero y no tenemos, los zapatos se limpian y punto que luego no los lleva». Tiene razón nunca le he visto con zapatos, siempre bambas; que no lleva otra cosa, como si no tuviera… ¿Y el corte de pelo? No me había fijado…